“Quien no condena, es cómplice”
Matar a una mujer, o matar lo que una mujer simboliza, es querer matar los sentimientos que la existencia libre de ese ser te provoca.
Matarlos, extirparlos o al menos mitigarlos, pues la aflicción, de entrada, está en el asesino.
¿Por qué?
¿Qué es lo que de esa existencia libre, de mujer, te remueve?
Matar a una mujer es un acto execrable que interpela a una sociedad entera, así la muerta, la que ha sido matada, sea sólo una. Y por eso, y aunque sólo sea una, decimos aquí, alto y claro, que “cualquier sujeto que no condene el crimen es cómplice del mismo”.
Y lo repetimos con absoluta nitidez: “quien no condena es cómplice”.
Esto, a quienes venimos del campo de la docencia, nos resulta más que familiar y nos remite al bullying.
Esto mismo, para quienes se manejan en el campo de la decencia y del respeto, no debería constituir más que una perogrullada, es decir, una verdad más que evidente: la violencia es inadmisible, y por lo tanto, “quien no la condena es cómplice de ella”.
Pongámonos en contexto (todos los datos, a excepción de los de 2023, son cifras oficiales extraídas de la página del Ministerio de Igualdad https://violenciagenero.igualdad.gob.es/):
- En el recién estrenado 2023, según datos de feminicidio.net, se han cometido ya 14 homicidios machistas, 11 en enero y 3 en lo que llevamos de febrero.
- El cierre de 2022 registró un aumento de los asesinatos machistas con respecto a los meses anteriores, elevándose el saldo anual a 49 asesinadas, de las cuales prácticamente un cuarto fueron ejecutadas tan sólo en diciembre.
- El marco más general de los feminicidios nos informa de que, desde que se contabilizan estos datos, las mujeres asesinadas en España a manos de sus parejas o exparejas han sido 1190. “SÓLO LAS ASESINADAS”, entendiendo que la violencia machista abarca mucho más, y siendo el homicidio la expresión máxima de esta violencia. Es una media de más de una mujer asesinada cada semana, sin descanso, a lo largo de 20 años.
Detrás de cada cifra hay un drama social, y esto es así no sólo porque cada muerte significa la erradicación violenta de una vida única, ni tampoco por el tremendo impacto que cualquier pérdida, más si es un crimen, provoca en el círculo más cercano de la asesinada.
Cada vida sesgada es un golpe para la comunidad, para familiares, amistades y colegas de trabajo o de vida (tan sólo en diciembre de 2022 se ha provocado la orfandad materna de 12 menores, otras vidas potenciales fueron así truncadas antes de nacer). Pero además decimos que los feminicidios son un drama social porque evidencian el fallo de un sistema, educativo y de valores, que convierte en víctima y verdugo al mismo tiempo a la sociedad misma que genera, y en alguna medida acoge, esta lacra.
La sociedad es verdugo porque engendra y perpetúa la cultura machista y la cultura de la violencia.
La misma sociedad es víctima porque son sus miembros quienes sufren las pérdidas, y especialmente son sus mujeres las que resultan ejecutadas.
Por eso repetimos, “quien no condena, es cómplice”.
El pasado septiembre el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud publicó un informe en el que se citaba textualmente “La violencia machista ha aumentado desde 2021 en chicas de 18 a 24 años” y “Crece el porcentaje de chicos jóvenes (15-29 años) que niega la violencia de género o le resta importancia”
Analizando estos datos nos preguntamos ¿Qué sucede en la sociedad actual para que la violencia machista siga aumentando? ¿Qué está fallando? ¿Las medidas de protección existentes, la sensibilización hacia este fenómeno, la educación afectivo emocional de la población?
Está claro que las medidas de prevención frente a las violencias machistas, así como las de atención a las víctimas y a su entorno, están resultando ineficientes e ineficaces.
Tampoco podemos obviar los discursos que relativizan o que incluso niegan la existencia de estas violencias. Estas posiciones, junto con otras estrategias de crispación política y social observables y que también denunciamos, están contribuyendo a desandar el duro y difícil camino recorrido hacia la erradicación de esta terrible realidad.
Desde Espacio Feminista denunciamos los feminicidios, planteándonos las cuestiones anteriormente citadas, con el objetivo de encontrar y proponer medidas y alternativas, a aplicar por los organismos competentes para que se revierta esta alarmante situación que sufrimos.
Algunas de las alternativas que, de manera urgente, planteamos son:
- Reforzar la inversión y la atención a la educación en Igualdad, desde todos los ámbitos, así como la educación emocional y sexoafectiva, a todos los niveles.
- Sensibilizar sobre la existencia de las violencias machistas, evidenciando todas sus manifestaciones (social, económica, psicológica, física, sexual…) y todos sus grados.
- Incrementar el control sobre los hombres que ejercen violencia de género, aumentando las intervenciones para la reeducación de todos los victimarios, actuales o pasados.
- Respetar y proteger a las víctimas, frente a los prejuicios que algunas organizaciones sociales y políticas puedan volcar sobre las mujeres, especialmente cuando las denunciantes (aún en minoría entre las afectadas) son acusadas de falseamiento y manipulación de las denuncias. Esta situación ha provocado inhibición y situación de mayor vulnerabilidad entre muchas mujeres.
- Contribuir en mayor medida al empoderamiento sociolaboral de las mujeres víctimas de violencia machista, para que puedan llevar a cabo un proyecto de vida independiente.
- Formación urgente y obligatoria en Igualdad para todos los estamentos judiciales, especialmente para Jueces y Fiscales.
Porque no queremos ser, en ninguna medida, cómplices. Esta resolución es una invitación y una llamada a la acción, de cada uno y de cada una, a la acción colectiva en este caso y sobre todo en este marco plenario.
No queremos que quede en un simple discurso, cuando se están celebrando movilizaciones por todo el territorio, en clamor contra esta terrible situación (la manifestación más próxima la tenemos hoy mismo en Sevilla).
Necesitamos reconocernos, movernos y gritar que condenamos esta situación, porque “quien no condena la violencia, es cómplice de ella”.
¡BASTA YA DE VIOLENCIAS MACHISTAS! ¡VIVAS NOS QUEREMOS!